Cumbayork, estado de Nueva York, Estados Unidos de Norteamérica

Cumbayork, estado de Nueva York, Estados Unidos de Norteamérica

de Arq+n (Notas) el lunes, 22 de abril de 2013 a la(s) 10:30

Hace algunas semanas asistí a una conferencia muy interesante en el Center of Architecture  de la ciudad de  Nueva York. De esas cosas que pasan en esta ciudad cuando una anda sola caminando y decide ver qué hay de nuevo por el área.

“Walkable and Healthy Communities: Tactics and Case Studies” – Ciudades Caminables y Comunidades Sanas: Tácticas y Casos de Estudio.

La conferencia se enfocó en la presentación del libro Pasos para una Ciudad Caminable: Una Guía para Ciudadanos, Urbanistas e Ingenieros, realizado por la firma Sam Schwartz y la organización America Walks, con el apoyo del Departamento de Salud e Higiene Mental de Nueva York y el Departamento de Transporte de Nueva York. La exposición se centró en varios casos en los que las tácticas presentadas lograron resultados positivos en varias ciudades de los Estados Unidos, a través de la colaboración conjunta de áreas distintas pero relacionadas a la planificación, crecimiento y ejecución de las ciudades, y que miraban hacia una misma causa en común: mejorar el entorno construido en beneficio de la salud de los habitantes, mediante un  diseño integral que devuelva la actividad física a la vida cotidiana urbana.

A decir verdad no me pareció cosa de ciencias astronáuticas o fórmulas matemáticas indescifrables. Por el contrario, me pareció un tema por sobretodo de sentido común, como el saber y entender que para amarrarse los zapatos debes contar con agujeros y cordones. Pues resulta evidente que las ciudades deben evolucionar hacia un futuro menos dependiente del uso del automóvil y más cercano al uso del ser humano como medio de su propio transporte. Pero ¿Cómo se planifican o rediseñan las nuevas ciudades para el futuro? Las respuestas aparecen más fácilmente al concebir un diseño urbanístico activo y colaborativo, en el que participen todos los actores sociales—desde los organismos reguladores, los profesionales y especialmente la comunidad—y que dé como resultado un proceso compartido de necesidades y respuestas.

Lo primero es replantearnos lo que entendemos por “desarrollo”. Quito y sobretodo su expansión al valle de Cumbayá son vivos ejemplos de una forma de “desarrollo”encaminada en el sentido equivocado. ¿En qué momento mi pueblo se convirtió en una ciudad inmersa en edificios, que bajo un mismo nombre empapeló su propio paisaje? ¿En que momento la falta de urbanismo planificado dejó de lado al quiteño caminante o al ciudadano en ruedas de cero (o casi cero) emisiones? ¿En qué momento las vacas andariegas fueron reemplazadas por ríos de carros dando vueltas en círculos en busca de un puesto para poder finalmente estacionar?

En las últimas semanas he visto en las redes sociales que la gente se refiere a Cumbayá como “Cumbayork”. Puedo asegurarles que luego de casi 15 años de vivir en Cumbayá seguido de más de 7 años de vivir en Nueva York, daría brincos porque Nueva York tuviera un paisaje tan magnificente como el de Cumbayá, rodeado de montañas y nevados, lleno de vegetales y hermosos árboles, con un sol inmenso perfecto y casi perenne, ideal para un helado de paila en casi cualquier día del año. Pero también puedo asegurarles que a Cumbaya le faltan muchos años, muchos diseñadores comprometidos, mucha comunidad crítica y activa, y mucha responsabilidad de gobierno local para llegar a ser una urbe sustentable, como lo es Nueva York.

A ellos, alos Cumbayorkinos, les basta con una imagen “hip”, con la fantasía de que su ciudad se transforma de a poco en una gran metrópoli, y que prueba de ello son los lujosos automóviles y SUVs que desfilan por sus calles atoradas de tráfico, casi tan intransitables como las mismísimas calles de Nueva York. A nosotros, los Cumbayenses, los que añoramos los días en que recorríamos las poco transitadas calles del pueblo  camino a un delicioso helado de paila, a nosotros digo, nos resta la tarea de ser proactivos, colaborativos y comprometidos con nuestra Cumbayá, para rediseñar una ciudad que rinda honores al hermoso valle al que se pertenece.

Está en nuestras manos el dirigir nuestra ciudad en dirección a convertirse más en un Cumumbai, que en un Cumbayork, a ser una urbe que en efecto nada tenga que envidiarle a la plana y a veces fría ciudad estadounidense.

Seguramente el helado de paila llegará algún día a Nueva York. Pero esas montañas maravillosas y el mejor clima del mundo serán algo que Nueva York jamás verá. ¿No debieran acaso ser los nuyorquinos los que—con el afán de sentirse más importantes—empiecen a llamar a su ciudad Cumbayork?

Escrito por @nanarq

Editado por @christianponce

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